Ayer, domingo, día 18 de septiembre de 2016, se celebró el tercer día de la Novena a la Stma. Virgen de las Angustias. A las siete y cuarto de la tarde, dio comienzo con la Exposición del Santísimo , rezo del Santo Rosario y ejercicio de la Novena; y a las ocho tuvo lugar la celebración eucarística.
La Junta de Gobierno de la Hermandad Sacramental de la Stma. Virgen de las Angustias, junto con su Hermano Mayor, D. Francisco Salazar Rodríguez, participó en esta Eucaristía, ocupando los dos laterales del altar mayor. Numerosos hermanos también estuvieron presentes en la celebración.
La Eucaristía se inició con las palabras de D. Blas Gerardo Gordo Jiménez, Párroco de la Basílica, que saludó a todos los presentes e incidió en que debemos acoger el mensaje de este domingo para profundizar en la acogida que debemos dar al pobre porque en él se la hacemos a Dios. El ámbito de la familia junto con la misericordia será el eje a lo largo de esta novena. Recordó también cómo la novena está siendo transmitida por internet para todas las personas que no pueden asistir en el templo, gracias a la colaboración de Vídeo 1 Producciones y por último anunció que el coro San Juan de Ávila será el que dirigirá los cantos esta tarde.
La Eucaristía fue presidida por el R. P. D. Francisco Juan Martínez Rojas, Vicario General de la Diócesis de Jaén y Deán de la S.I. Catedral. D. Francisco, que estuvo acompañado por D. Blas Gerardo, D. David Cuerva, Párroco de Víznar y Canónigo de la Abadía del Sacromonte; y D. Francisco Molina Carretero, Párroco emérito de esta Basílica.
Las lecturas fueron realizadas por miembros de la Hermandad, así como las peticiones.
En su homilía D. Francisco Juan, después de saludar afectuosamente a todos los presentes en la Basílica y a los que siguen la novena, vía Internet, explicó cómo Jesús en la parábola del siervo infiel nos invita a que nos hagamos amigos con el dinero injusto, pero no es una invitación a la inmoralidad económica, al saqueo, sino una clara advertencia del peligro de los bienes materiales si los ponemos como lo único, que da sentido a nuestras vidas. Nos dice: "…Hay que reconocer que ese administrador es injusto y tramposo, pero espabilado. Es infiel, pero listo. Y Jesús quisiera que sus seguidores fueran no infieles o tramposos, pero sí inteligentes y avispados…" siguió insistiendo en su homilía cómo los medios materiales son necesarios para poder desarrollar nuestras vidas en este mundo pero no utilizarlos egoístamente sino con generosidad y pensando que todo lo hemos recibido como un regalo de la misericordia infinita de Dios. Misericordia viene de miseris - cor - dare: dar el corazón a los pobres; y esa misericordia se encarna en Jesucristo y forma parte de nuestro tiempo y de nuestras vidas. Dios nos ama, a pesar de nuestras debilidades, ingratitudes y pecados, esperando que siempre volvamos a Él. La Virgen fue la mujer totalmente de Dios y nosotros no podemos reducir nuestra relación con Jesús a momentos puntuales, sino que Él debe ser nuestro cimiento en el que se asienten todas nuestras actividades como le ocurrió a la Virgen. Terminó su homilía con esta oración de S. Bernardo, el cantor mariano por excelencia: "Haz, oh bienaventurada, por la gracia que hallaste ente el Señor, por las prerrogativas que mereciste y por la misericordia que engendraste, que Jesucristo tu Hijo y Señor nuestro, bendito por siempre y sobre todas las cosas, así como por tu medio se dignó hacerse partícipe de nuestra debilidad y miserias, así nos haga partícipes también por tu intersección, de su gloria y felicidad. Amén."
El coro San Juan de Ávila, dirigido con maestría, por D. José Romero Peinado, contribuyó con sus cantos, muy apropiados y bien interpretados, a la solemnidad y recogimiento de este tercer día de la Novena.
La Basílica estuvo totalmente llena de fieles. La Santa misa terminó con el canto del Himno a la Virgen de las Angustias interpretado, además del coro, por todos los asistentes, que con entusiasmo, fe y amor, vitorearon y aplaudieron largamente a la Virgen Santísima.
Crónica y fotos realizadas por Antonio Joaquín Mezcua Roelas.-