LA CONFIRMACIÓN, REGALO DE PASCUA
“Cada obra de amor, llevada a cabo con todo el corazón, siempre logrará acercar a la gente a Dios” (Sta. Teresa de Calcuta).
Esa ha sido la experiencia de las cuatro catequistas que hemos estado acompañando a las treinta y dos personas que se confirmaron en la Basílica de la Virgen de las Angustias, el día 7 de mayo. Tres de ellas también recibieron el Sacramento de la Eucaristía.
En un mundo secularizado que intenta arrinconar a Dios, Jesús sigue diciéndonos: “Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Jn. 14, 6). Ese mensaje volvió a resonar en los corazones de los que aguardaban, con nervios y expectación, recibir el Sacramento de la Confirmación.
El arzobispo les impuso las manos a los confirmandos, que oyendo la llamada de Dios para llevar su mensaje y servir a sus hermanos, dijeron “Aquí estoy”, como hicieron los apóstoles a los que les presentaron para el servicio, como se proclamó en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles (6, 1-7).
En la segunda lectura (1 Pe. 2, 4-9) y en la monición de la imposición de las manos se les recordaba a los confirmandos, y a todos los presentes en la celebración, que el Espíritu Santo nos consagra como piedras vivas de la Iglesia, que somos un pueblo adquirido por Dios para contar al mundo sus proezas.
En la antífona del Salmo, todos repetíamos: “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti” (Salmo 32). Por eso sabemos que no estamos solos en esta misión, que el Señor nos pide: “ser Cristo, ser Mesías, ser ungido. Y ser Mesías comporta la misión de dar testimonio de la vedad y ser, por el buen olor de las buenas obras, fermento de santidad en el mundo”. (Monición de Crismación)
No me cabe ninguna duda, el Espíritu Santo seguirá transformando su vida, lo mismo que ha hecho durante el tiempo que se han estado preparando para recibir el Sacramento de la Confirmación. Unos venían porque van a ser padrinos/madrinas de Bautismo, otros porque se lo exigían para poder celebrar el Sacramento del Matrimonio, algunos por estar con los amigos un día a la semana, o porque querían volver al camino… Y todos se han encontrado con Dios, que es Padre misericordioso, lleno de ternura y piedad hacia sus hijos; con Jesús, hermano mayor que nos muestra cómo llegar al Padre y con el Espíritu Santo, que ha puesto su vida “patas arriba”.
Todos pusimos lo mejor de nosotros mismos: el Arzobispo, D. José Mª Gil Tamayo, que presidió la asamblea; los sacerdotes de la parroquia (D. Blas, D. Francisco y D. Miguel) que quisieron acompañar y rezar por los que se iban a confirmar; las catequistas para que la ceremonia fuera un momento de encuentro con el Espíritu Santo que iban a recibir en plenitud; el coro, ensayando y preparándolo todo, para que los cantos nos acompañaran a interiorizar la celebración; y los padres, padrinos y familiares que veían culminada la promesa que hicieron el día de su Bautismo.
Los frutos, posiblemente, nos los veremos ni las catequistas, ni los sacerdotes que los acompañaron durante la ceremonia, lo que importa es que hemos estado regando la semilla que Dios puso en su corazón el día de su Bautismo y que seguirá haciendo crecer y madurar. Lo fundamental es que sean levadura en su lugar providencial, en el sitio donde Dios los ha plantado para que sean sus testigos.
Nosotras, las catequistas, sólo podemos decir: “Siervo inútil soy, he hecho lo que tenía que hacer”. Y dar gracias a Dios por habernos permitido ver su obra en los rostros de cada uno de ellos, porque la cara es espejo del alma, decían nuestros abuelos y tenían razón, y el rostro de todos, durante el tiempo de preparación y, especialmente, durante la ceremonia, resplandecía.
Toñi Pozo
Catequista de Confirmación